Dubai, Emiratos Árabes Claudio Martínez (Enviado a Dubai, Emiratos Árabes) / Especial para elsalvador.com Viernes, 23 de Noviembre de 2007 » Mañana por la mañana, el arquero salvadoreño puede consagrarse campeón del mundo |
Jorge Jiménez (izquierda) en el lugar en el se realizará la competencia oficial de la Gran Final de la Copa del Mundo. Junto a él, en la práctica, el brasileño Dos Santos, quien será su rival en las semifinales. FOTO EDH / CLAUDIO MARTÍNEZ
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"Va a ser difícil", anticipó Jorge, quien ya se cruzó con los tres adversarios no sólo en el campo de entrenamiento, sino también en el laberíntico mall que rodea el hotel en el que están parando.
Al mediodía de mañana, en la madrugada de El Salvador, Jiménez se medirá ante el brasileño Roberval Dos Santos, a quien venció por un punto en Dover, en la última etapa del Grand Prix. Ahora se volverán a ver las caras.
El que gane irá a la final, a pelear por el título y por los 20,000 dólares de premio. Y el que pierda tendrá como consuelo luchar por la de bronce, que además da una nada despreciable cifra de 5,000 dólares. Allí su rival será el estadounidense Gellenthien o el francés Brasseur.
Jorge, quien llegó acompañado de su esposa Patricia, ha resistido todas las tentaciones que ofrecen los manjares locales, más en un hotel seis estrellas como Al Qasr, donde el buffet incluye platillos como conejo con salsa de mango, calamares al curry, pato laqueado y otras diferentes especialidades árabes. No. Él continúa con sus comidas frugales, su vasito de agua y su plato de frutas como base de su alimentación. Ha perdido 40 libras, se siente mejor que nunca y está preparado para el desafío más grande de su vida.
Hace un rato, por la tarde de Dubai, Jiménez hizo su última práctica, que por primera vez fue en el lugar exacto donde será la competición.
La duda de todos, no sólo de Jiménez, es cómo reaccionarán ante un marco completamente diferente al habitual.
"Será un desafío para todos", comentó el salvadoreño, quien tendrá que hacer todo lo posible para concentrarse evitando mirar el imponente hotel Burj Al Arab, el más lujoso del mundo, que asoma justo por encima de los blancos. Y abstraerse de las embarcaciones típicas que recorren el lago, de los gritos de los turistas que observarán todo desde las mesas de los cafés que rodean el anfiteatro. Si logra controlar todos esos factores externos, el título del mundo estará en sus manos.